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Solo una fruta para tres hambrientos

Cuenta una historia que en cierta ocasión tres jóvenes se perdieron en la montaña. Estaban a punto de morir de hambre cuando encontraron una fruta en un árbol. El problema era que solo una fruta no parecía ser suficiente para alimentarse los tres. Entonces decidieron orar a Dios para que les ayudara a solucionar el problema.

Dios al oir aquella súplica, quizo probar la sabiduría de ellos, les habló y le preguntó a cada uno qué querían que hicera para solucionar el problema.

El primero respondió: «Haz que aparezca más comida en el bosque». Dios le contestó que esa era una respuesta sin sabiduría, pues no debía esperar que la solución a los problemas apareciera mágicamente.

Entonces dijo el segundo: «haz que esta fruta crezca para que sea suficiente para todos». Dios le dijo, no es sabio pedir que las cosas se multipliquen de la nada, pues el hombre no se conforma y siempre quiere más, sin hacer ningún esfuerzo.

El tercer joven dijo: «Mi Señor, quita nuestro orgullo y haznos pequeños para que esta fruta alcance para todos». El Señor respondió: «Has pedido bien, pues cuando el hombre se humilla y se empequeñece delante de mi, verá la prosperidad».

«Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.» 2 Cro. 7:14

Muchas veces esperamos que Dios solucione «inmediatamente» todos nuestros problemas, sin esforzarnos y sin cambiar nada en nuestras vidas.

Además solemos ser egoistas y pedimos a Dios que sacie el hambre de los necesitados en lugar de pedir humildad y generosidad en nosotros para compartirles «lo poco o mucho» que él nos ha dado.

Cuando nos acercamos a Dios con humildad de corazón, él se complace en hacernos grandes y fuertes para vencer nuestras dificultades.