¿Qué escogerías: una mansión o un sepulcro?
El emperador Juliano, también conocido como «el apóstata» por sus notables esfuerzos por hacer proliferar el paganismo en Roma, tenía un buen ayudante que era cristiano.
Un día, en tono burlón, Juliano le preguntó al joven: «Tú que eres tan amigo de Jesús, ¿sabes que está haciendo hoy?». El muchacho le respondió: «Señor, siendo que Jesús es carpintero, bien pudiera estar construyendo mansiones para los fieles y una tumba para usted».
Ese mismo día, antes de que el sol se pusiera, Juliano cayó herido en una batalla contra los persas. Mientras yacía moribundo tomó un puñado del polvo que contenía su propia sangre y, lanzando sus últimas palabras, miró hacia el cielo diciendo: «¡Has ganado, Galileo!».
Cuántas veces actuamos en forma similar a la de este emperador romano. Trazamos nuestros planes, para los cuales no contamos con Jesús. Nos parece que la vida es muy corta y queremos aprovecharla. Luchamos por obtener dinero, aunque eso requiera sacrificio, y después lo malgastamos. Construimos casas y nos quedamos sin hogar. Tenemos hijos y morimos en soledad. Nos afanamos por mantener una buena apariencia, pero recibimos los implacables resultados del paso del tiempo.
Se cumplen en nuestras vidas las palabras pronunciadas por Dios en el jardín del Edén: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás» (Gen. 3: 19).
Señor Todopoderoso… solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra —Isaías 37:16
El texto de hoy nos invita a reflexionar sobre el presente y el futuro. Aunque nosotros no tengamos en cuenta a Dios, él sí interviene en nuestras vidas. Finalmente, cuando recojamos lo que hayamos sembrado, iremos a reinar en mansiones u ocuparemos un lugar junto a Satanás, en el sepulcro de fuego y azufre que terminará para siempre con el pecado y los pecadores.
El presente es nuestra única oportunidad para tomar decisiones, pues el mañana no nos pertenece. Este es el momento de decidir si quieres habitar en mansiones o en sepulcros. Alza tu voz al cielo y dile a Cristo que ha ganado la victoria en ti. Tú puedes ser una habitante del reino celestial.