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Aprendamos a descansar la mente

Puede suceder que lo tan deseado, como pueden ser las vacaciones se convierta en algo temido: “Y ahora ¿qué voy a hacer?”.

Entretenidos durante meses en tantas ocupaciones y actividades, la interrupción puede producir malestar, incomodidad, aburrimiento, temor, desgano, desmotivación, que puede trasladarse a malestares físicos como dolores, jaquecas, mareos y también en sufrimientos anímicos como angustia, ansiedad, tristeza, temor…

Por lo tanto es importante tener en cuenta no sólo permitirnos “parar” en las vacaciones sino “parar” a diario.

Y no hace falta quedarse quieto para parar. Hay otro hacer. Por ejemplo, hacer de las vacaciones un ejercicio durante el año que nos permita reír, desear, disfrutar, observar, crear, diseñar, sentir, respirar o esperar.

Esto sucede cuando a lo largo del año se vive en automático, sin un sentido en las cosas que hacemos, es decir, sin objetivos o metas claras.

Entonces, en ese vivir programado no nos encontramos con un tiempo para disfrutar de lo que somos, de lo que tenemos, de los logros y metas obtenidas, de lo que hacemos.

La angustia es una reacción ante el peligro, es una señal de alarma que nos invita a ocuparnos de lo que no está bien en nosotros. Si esto le sucede no lo desestime; ocúpese de entender qué es lo que no esta bien; pida ayuda profesional cuando regrese de sus vacaciones. No lo deje pasar hasta las próximas vacaciones o síntomas.

Muchas personas sienten que el tiempo corre, entonces se tiende a ir detrás de él, pero sin saber para dónde.

Esto lleva a la necesidad de incluir las horas de la semana en una agenda cargada de actividades.